TEMPLO
PARROQUIA DE SAN NICOLÁS DE LA VILLA
“Paseos por Córdoba” de D. Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutierrez (1873)
Esta parroquia como casi todas las de la ciudad alta, no tienen clara su historia antigua, y debemos atenernos a que fueron erigidas como tales por el santo rey Fernando III cuando la reconquista.
En tiempo de los romanos hubo hacia este lugar algunos de los edificios públicos más principales, mientras los árabes tal vez habría alguna mezquita. Pero nada claro se sabe. Sí se dice tradicionalmente que las iglesias se erigieron aprovechando otros locales dedicados al culto mahometano, y en esta suposición podemos creer que la de San Nicolás se erigiría en alguno de aquéllos. Sin embargo, creemos que sería edificada de nuevo en aquel tiempo y que de su primitiva fábrica no resta más que la portada, cubierta con pórtico y cancel, que mira a la calle de San Felipe. Después ha sufrido tantas y tan grandes reformas que casi en totalidad ha perdido su primitiva arquitectura, tanto en su interior como exteriormente.
En 1554 perdió la puerta del lado del evangelio, sustituyéndola con la actual, que fue preciso sacar más fuera por haber construido en terreno de la calle la capilla del Bautismo, y en 1772 se le suprimió la principal, que estaba a los pies de la nave del centro, donde hoy el coro, y se levantó un fuerte muro de cantería para dar firmeza al edificio. Junto a ella había una gran basa de piedra que debió servir para una estatua, con una inscripción romana que muchos escritores copian y Ambrosio de Morales tradujo en esta forma: Esta estátua puso decimo Germeniano varon clarísimo consular de la Provincia de la Bética al valentísimo y benignísimo Príncipe Ntro. Sr. Constantino perpetuo vencedor, siempre Augusto y pusóselas como muy sujeto y dedicado a su divinidad y Majestad.
LA TORRE DE LA IGLESIA
La torre de esta iglesia ha llamado la atención de cuantas personas entendidas la han visto, tanto por su gallardía como por el gusto arquitectónico con que la edificaron. Sobre una base cuadrada como de seis a siete varas de elevación sigue un octágono de gran altura con un saliente arriba, adornado con ligeras y lindas labores, y sobre él un horrible y moderno cuerpo de campanas, son cuatro, que desdice mucho de lo demás de la torre. Llenando el ángulo saliente en la unión de la base y el octágono hay unas medias pirámides y por cima unas esculturas de medio cuerpo, con los motes en letras góticas de Paciencia y Obediencia, cuyos bustos han dado lugar a ridículas invenciones, como el decir que dos ladrones fueron a robar la iglesia y que en castigo a su atrevimiento se quedaron convertidos en bustos de piedra.
Otra anécdota hay que parece fundada en datos históricos. Cuando se edificó esta esbelta y preciosa torre vivían enfrente los señores de Chillón, Lucena y Espejo, alcaides de los Donceles, quienes viendo que desde aquélla se registraría el interior de sus casas se opusieron a la obra, entablando un pleito que ganaron los representantes de la parroquia, poniéndole entonces aquellos motes para decirles que obedecieran lo mandado y tuvieran paciencia, dejando que la torre dominara los otros edificios.
En cuanto al tiempo de su construcción creemos bastante y más satisfactorio al lector copiar la inscripción en caracteres cúficos que tiene en el rincón que forma con la puerta. Dice así: Esta torre fué fecha / á costa deesta Eclesia / en tiempo del Papa, sex / to Alexandro, é de los / muy altos Principes Don / Fernando, é Doña Isa / bel, en tiempo que Gra / nada fue de ellos toma / da siendo Obispo Don / Yñigo Manrrique aca / bose á XII de Maio de / mil é CCCC. é XC é VI a / ños en loor de nues / tro Señor Jesu Christo.
Es esta obra la más notable que encontramos en Córdoba de fines del siglo XV a que pertenece el citado año 1496, y la encontramos en grabados de Recuerdos y bellezas de España y en cuantas obras o publicaciones ilustradas comprenden algunos monumentos de Córdoba. También hay fotografías de éste y otros, que se venden en diferentes puntos.
Las dos entradas a la iglesia tienen diferentes portadas, ambas bonitas, revelando, como ya indicamos, dos épocas lejanas entre sí. La que está junto a la torre es del Renacimiento, mientras la contraria es parecida a las laterales de San Pedro y otras ya descritas, si bien ésta está cubierta por un cancel y tiene delante un pórtico con tres arcos cerrados de verjas. En su interior había un cuadro apaisado que hemos oído elogiar, el que quitaron hace tiempo para restaurarlo y no lo han vuelto a su sitio.
REEDIFICACIONES Y REFORMAS
El interior de esta parroquia presenta una vista agradable, pero nada más. Ha perdido casi por completo su primitiva arquitectura a fuerza de restauraciones y reformas hechas según el gusto de cada época y de la persona encargada de realizarla, que no trataba de imitar lo antiguo sino de hacer algo nuevo, si bien sin omitir gasto, por ser la fábrica la más rica de Córdoba, como lo prueba el haber costeado la torre, como dice la inscripción, a pesar de tener en el lado de oriente el escudo o armas de los Manriques, que son unas calderas, por ser entonces obispo el don Íñigo citado en aquélla.
En tiempo de este señor reedificaron todo el edificio, siendo ésta la primera vez de que tenemos noticia. Después, en el pontificado de don Martín Fernández de Angulo, principios del siglo XVI, se ejecutaron varias obras, entre ellas el retablo del altar mayor, nuevo y del buen gusto de aquella época tan floreciente para las artes. Mas no gustaría mucho cuando en el siglo XVII o principios del XVIII lo sustituyeron con el caprichoso y extravagante que en la actualidad existe. En 1555 se edificó la capilla del Bautismo y se varió la portada, sacándola, como hemos dicho, a la plazuela, siendo obispo don Leopoldo de Austria.
En el año de 1772 llevose a cabo otra reforma, sin duda la que le hizo perder por completo su antiguo carácter. Cerrose la puerta principal, arregláronse los muros -poniéndole el costoso zócalo que corre por toda la iglesia, ostentando variedad de mármoles-, hicieron la portada de la sacristía, que con aquél acompaña, y púsose el embaldosado azul, rojo y blanco que tan buena vista presenta.
Proyéctose entonces y se llevó a cabo -porque la fábrica contaba con fondos para ello, por más que vulgarmente se achaque a la liberalidad de un devoto- el construir un panteón subterráneo donde se fueran inhumando los cadáveres de los feligreses, cobrando derechos mayores por los nichos o bovedillas, con lo que calculaban, y con razón, que ese más ingreso tendría aquélla. Acometiose la obra encargándola al maestro albañil Ambrosio Carrillo, quien, como a unas cuatro varas de profundidad, encontró varios gruesos muros de sillares, como de vara y media de largo y media de ancho, que sirvieron para el macizo de la puerta principal, y entre ellos una moneda gótica muy bien conservada, hecha en Córdoba, puesto que en uno de sus lados se leía Córdoba Patricia. Llegó a feliz término la obra, y en la actualidad ven los pocos curiosos que bajan una hermosa bóveda subterránea con 180 nichos, unos ocupados desde antes de la prohibición de enterrar en poblado y otros vacíos, sin tener en la actualidad más aprovechamiento que el de depósito de cadáveres y guardar algunos efectos.
LA CAPILLA MAYOR Y LA NAVE DEL EVANGELIO
La capilla mayor se encuentra bien adornada, aun cuando no existe en ella pintura ni escultura digna de llamar la atención. El retablo, como llevamos dicho, es de mal gusto artístico; tiene en el centro un camarín que sirve de tabernáculo o manifestador, por cima el titular San Nicolás de Bari, a los lados San Rafael y San Miguel, y en lo alto, un Santo Cristo con la Virgen y San Juan a los lados.
En esta capilla, al lado del evangelio, había una caja donde se guardaba el pie del cirio pascual primorosamente labrado, y en su tapa o puerta esta inscripción que creemos digna de copiarse: Estas obras mando hazer I el mui magnífico Señor I Don Alonso Manrríque, I Obispo de Cordoba i Capellan I de la mui alta y mui pode I rosa Señora Doña Jua I na, y el Emperador Don Car I los su hijo ntros Señores y I del mui alto Conzejo, las I Obras son estas, el Pie de el zi I rio Pasqual y los Organos y tribu I na, y la Cruz Grande, siendo I Maiordomo de esta Yglesia Maestre I Ximon Ciruiiano, acabaronse I en el mes de Noviembre del I año de 1519.
Los altares colaterales son de talla igual al mayor y están dedicados a la Asunción de la Virgen y San José.
Formando frente a la nave del evangelio está la capilla de San Bartolomé, con un retablo donde lucen cuatro buenos cuadros, obras de Sebastián Martínez, y representan al titular, San José y San Martín a los lados, y en lo alto un Crucifijo. Es patronato de los Mesas, quienes tienen enterramiento en aquel lugar, como se ve en una losa que estuvo un poco elevada del suelo, con el escudo de los de dicho apellido, si bien hoy lo representa el marqués de Cabriñana porque los Mesas de la rama que moró en la feligresía de San Nicolás de la Villa, unidos después a otra de los Cárcamos, vino por último a enlazar con los Argotes, que llevan expresado título.
En dicho altar se sirve la cofradía del Santísimo Sacramento, de la que nos ocuparemos al visitar la ermita de Nuestra Señora de la Alegría, por ser la que la tiene a su cuidado.
Entre la expresada capilla y la esquina para volver a la del Bautismo se encuentra un arco o semialtar, con una cruz y dos imágenes de pasión, y un altar en que se sirve la cofradía de Jesús de la Sangre, o sea Nazareno, cuyo centro ocupa esta imagen con la Virgen y San Juan. Esta hermandad, que además de aquel título tenía los de Nuestra Señora de los Remedios y San Juan Bautista, se servía de muy antiguo en el convento de la Victoria o de los Mínimos, a las afueras de la puerta de Gallegos. Cuando la primera exclaustración en 1810 se trasladó a esta iglesia, donde los panaderos con los demás cofrades le costearon el bonito altar que hoy tiene y ya se quedó instalada, a pesar de haber sido rehabilitada aquella comunidad.
LA CAPILLA DEL BAUTISMO
Contigua a la puerta encontramos la capilla del Bautismo, sin duda una de las mejores y más a propósito de Córdoba, la cual, como hemos dicho, fue construida en 1554 por mandato del obispo don Leopoldo de Austria, y es muy linda en su forma y adorno, si bien ha perdido mucho con las restauraciones que desacertadamente se le han hecho.
Muchos autores aseguran que en aquella pila fueron bautizados San Álvaro y el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. En cuanto al primero, pudo serlo en la pila que estuviese en otro punto, mas no en esta capilla, cuya edificación es posterior al nacimiento del santo cordobés; y respecto al segundo, aún no hemos visto aclarado si en efecto nació en Córdoba o en Montilla, inclinándonos a que lo fue en la segunda, no pudiéndonos sacar de la duda los libros parroquiales por no alcanzar a las fechas en que debían aparecer las partidas respectivas a aquellos ilustres y célebres cordobeses. El que sí se bautizó en esta pila fue el malogrado escritor don Rafael de Vida, del que nos ocuparemos al llegar a la casa en que acabó sus días, dando la casualidad de que habiendo estado ausente de Córdoba la mayor parte de su vida viniese a morir en el mismo barrio en que había nacido.
EL LADO DE LA EPÍSTOLA
En el espacio medio de la entrada a la subida de la torre está colocado un gran cuadro, que creemos obra de Torrado, procedente del convento de la Victoria, que representa la visita hecha por San Francisco de Paula al rey Luis XI de Francia.
La nave de la epístola tiene en su extremo superior un altar dedicado a Nuestra Señora de Belén, donde se ven tres cuadros de don Diego Monroy, copias de otros en tabla de Pedro de Córdoba, que vendieron, puesto que existen en el Museo del Louvre en París. Representan al titular, la Anunciación y la Visitación a Santa Isabel.
Esta capilla debió ser de patronato de los Córdobas o de los Angulos, puesto que los fundadores de la mayor del convento de la Victoria, don Cristóbal de Angulo y Córdoba y su mujer doña Juana Ponce de León, dicen en un documento tener derecho a enterrarse en este lugar de San Nicolás de la Villa.
Sigue la entrada a la sacristía con una portadita de mármol muy arreglada a la arquitectura, y contiguo hay un altar con camarín, en que ya dijimos que estuvo la hermosa imagen de Nuestra Señora de las Angustias, que se venera en San Agustín, cuando los franceses cerraron al culto y convirtieron esta iglesia en almacén de paja. Creemos que en este sitio debió haber un altar de Ánimas, puesto que existió cofradía y se indica en el frontal; mas en la actualidad se da allí culto a una buena imagen de San Francisco de Paula, obra de fray Miguel Belver, monje de la Trapa, y propiedad de las señoras Basabrú.
Encontramos la puerta ya anotada y que hace juego con la otra, y entre ella y el rincón bajo el órgano vemos un altar hecho con fragmentos de otros y en él tres imágenes procedentes de los Mínimos, y son el San Francisco que ellos tenían, un Ecce Homo, bastante bueno, y una Virgen de los Dolores.
El coro y el púlpito tienen buena talla, pero no son de la mejor época. La sacristía es espaciosa, y en ella, como en la iglesia, se ven algunas pinturas no despreciables, así como tres o cuatro esculturas.
Tiene esta parroquia un rector o cura, un coadjutor y los ministros indispensables para el culto y custodia; en lo antiguo contaba con cuatro beneficiados, una rectoría, un préstamo y una prestamera.
En su archivo encontramos poco curioso. Sin embargo vemos que era muy rica, contando entre otras fincas el cortijo de Villafranquilla y el de la Peralera. Por cierto que en una nota, para decir que las tierras de éste son endebles, pone: «Es adagio que en el cortijo de la Peralera se siembra caiz y se coje fanega». Los libros parroquiales principian, los de bautismos en 1553 , los de matrimonios en 1564 y los de defunciones en 1592.
Ermita de Ntra. Sra. de la Alegría
“Paseos por Córdoba” de D. Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutierrez (1873)
ORIGEN DE LA ERMITA DE LA ALEGRÍA
“Cuida de esta ermita una cofradía que a la vez es la del Santísimo de San Nicolás de la Villa. Explicaremos esta unión en la historia que hemos podido formar de este edificio y su advocación. Remoto en extremo es el origen del santuario de Nuestra Señora de las Huertas, explicado en la Victoria. Con él debemos enlazar ahora nuestro relato porque la cofradía o hermandad que cuidaba de su culto antes de la fundación de los Mínimos es la misma existente hoy con distinta denominación.
Fundose aquel santuario llamándose de Nuestra Señora de las Huertas y de Rocamador. En 1353 consta que existía, y por consiguiente tal vez alcance a muy poco después de la conquista. Allí continuó cuidando de ambas imágenes y de la hospitalidad, hasta que en 1510, como ya anotamos, el obispo don Juan Daza concedió aquel edificio a los frailes de San Francisco de Paula. Entonces quedose allí la Virgen de las Huertas o la Victoria, y la cofradía se trasladó al interior de la ciudad con el título de la de Rocamador, tomado de Francia, donde existía un santuario muy concurrido en el que se veneraba una imagen que dicen fue colocada por San Amador en la concavidad de una roca de la que se ha formado la advocación de la Roda de San Amador, que simplificado queda en Rocamador.
En citada época, viéndose la hermandad sin casa, por más que pronto se la buscó el mismo obispo y los cofrades, debió unirse a la sacramental, toda vez que aparecen aprobadas sus reglas, ya unidas, por el cardenal obispo de Córdoba don Pedro Fernández Manrique en 29 de enero de 1539.
Otros escritores creen que existía esta ermita y que la cofradía que salió de la Victoria era sólo de la Virgen de las Huertas, sin ver que o hubiera quedado disuelta o trasladado con ella la imagen que permaneció en la Victoria hasta la extinción de la iglesia, depositándola después en San Hipólito y últimamente en la Catedral, donde existe.
Sea de una u otra manera, la hermandad de Nuestra Señora de la Alegría es antiquísima, con hospitalidad donde hoy la vemos, porque su primitivo edificio llegó a amenazar ruina hasta el punto de que en 1703 los caballeros cordobeses se reunieron y costearon la actual, que ya ostentaba el título con que hoy la conocemos.”
Cambio de advocación: Alegría por Rocamador
“Este cambio de nombre se debe a la Providencia o a la casualidad. De dos modos se cuenta y creemos más natural el segundo. Mientras los más devotos defienden que una noche llegaron dos peregrinos al hospital de Rocamador pidiendo hospedaje y que a la mañana siguiente al ir a llamarlos habían desaparecido, dejando pintada en la pared la imagen, varios escritores refieren con datos ciertos que al hundir en 1640 un tabique para hacer varias reformas encontraron pintada la imagen en la pared, no faltando quien afirmara que en la concavidad o hueco vieron una luz que se apagó a la impresión del aire. Este hallazgo produjo no sólo en los cofrades sino en toda la ciudad una alegría extraordinaria, que se comprende conociendo aquella época, y de aquí viene al haber tomado este título, perdiendo el de Rocamador, cuya imagen no sabemos qué harían de ella o si el tiempo la habrá destruido.
Con tan extraordinario acontecimiento la hermandad cobró nueva vida, el número de sus individuos aumentaba por momentos y los donativos y regalos llegaron a ser más considerables. Los caballeros reunidos labraron la nueva y linda iglesia, y tanto éstos como los cofrades regalaron alhajas de gran valor que casi han desaparecido por completo, unas cuando la invasión de los franceses y otras con motivo de la venida de Gómez en 1836, que no sabemos por qué las depositaron en Santa Marina, donde se quedaron y vendieron después con otras para reedificar la iglesia, a excepción de unas lamparitas y otras cosas que el hermano mayor pudo recabar a fuerza de reclamaciones.”
DESCRIPCIÓN DE LA ERMITA
“Describiremos esta ermita como en la actualidad la vemos. Es pequeña, en forma de cruz y con tribunas, cubriendo el centro una media naranja o cúpula elíptica, pintada interiormente, representando doce bustos de diferentes profetas.
El retablo mayor, construido en 1774, es de talla dorada y del mal gusto dominante en aquella época. El lugar en que está colocada la titular le hace variar en orden, puesto que ésta ocupa la parte más baja, o sea, casi pegada a la mesa altar. Cúbrela un extenso cristal, y a su través hemos visto la Virgen de Belén, aunque con la advocación de la Alegría, con su Niño en brazos y dos ángeles adorándola; parece pintada en tabla, mas se nos asegura ser en el muro. De uno u otro modo es muy antigua, si bien tiene galoneado el manto, a nuestro parecer en tiempos modernos, y le colocan corona, cetro y media luna de chapa de plata, adorno que ni es a propósito ni conduce más que a perjudicar la pintura. Más arriba de la Virgen hay otra de vestir y después un San Rafael, escultura de escaso mérito.
Otros cuatro altares encontramos al pie de los machones que sostienen la tribuna y bóveda, iguales y de poca importancia artística, dedicados a otra Virgen de vestir, San Rafael, San José y San Antonio, y por cima de éstos, en los arranques de la cúpula se ven cuatro óvalos con los evangelistas, pintados de medio cuerpo con una valentía que llama la atención. Existen otros bastante buenos, con el Nacimiento, la Asunción, la Presentación en el templo y un paso de la vida de Santa Teresa. Frente a la puerta se ve otro con la Virgen del Pópulo, tamaño natural, antiguo y digno de estima.
Dos entradas tiene esta iglesia, una directamente de la calle con portada de mármoles de diferentes clases y otra a un patio claustrado con bonitas columnas y buenas y cómodas viviendas para el santero y reuniones de la cofradía.
La hospitalidad de peregrinos, que era la que ejerció en un principio, cesó en el siglo XV en un arreglo que hubo de esta clase de establecimientos, agregando éste al de la Caridad, a quien pasaron dos casas contiguas a la ermita, una en la misma calle y la otra en la plazuela del Ángel.
Existe en esta calle la fachada principal del Gran Teatro de Córdoba, y sin embargo nos ocuparemos de él en la que lleva su nombre, y después de contar la historia del convento de San Martín.
La calle de la Paciencia cruza de la Alegría a la plazuela de San Nicolás de la Villa. Debe su título al letrero que frente a ella tiene uno de los figurones que hay en la torre de la expresada parroquia, cuyo origen hemos explicado a nuestros lectores.”
En los años 60, el deterioro arquitectónico de la Ermita llevó a su cierre al culto. Afortunadamente, la Ermita ha sido sometida a un lento proceso de restauración, primero arquitectónica y luego artística, gracias al tesón de nuestro párroco Monseñor Antonio Evans Martos, el acierto y planificación de su equipo encabezado por NHD José A. Salamanca González.
En 2006 se reabre al culto la Ermita de la Alegría tras un largo proceso de restauración arquitectónica para suplir las funciones del templo parroquial de San Nicolás tras su súbito cierre por problemas en el tejado. Tras año y medio, una vez concluidas las obras del templo y restaurada la normalidad, el hermano mayor expone al párroco D. Antonio Evans Martos la necesidad de trasladar los enseres a un lugar digno y acondicionado donde pueda la Hermandad realizarse plenamente, solicitando que éste sea la Ermita dedicada a su Co-Titular de Gloria. Al ser concedido dicho ruego, hermanos de la Cofradía se encargan del mantenimiento y organización de los cultos, se celebra una misa de hermanos semanal, se instala un Belén por Navidad, se realiza el reparto de túnicas y el resto de funciones administrativas, se celebran convivencias, etc.
Casa de Hermandad
EN CONSTRUCCIÓN